La estructura de un objeto definirá su modo de uso mas eficiente para que este cumpla su función de manera completa y sin dañarse. Cómo son esas relaciones en nuestro cuerpo? qué uso le damos a nuestra estructura según nuestras tareas cotidianas ? es sustentable el uso que hacemos de nosotros mismos?
Cualquier persona en posesión de una escoba sabe que para usarla necesita sostener el mango hacia arriba, mientras las cerdas -del material que sean- se dirigen hacia abajo para que acaricien el suelo a partir de movimientos específicos de vaivén transferidos desde el extremo superior a través del palo hacia las cerdas.
Nadie intentaría usar la escoba en la dirección opuesta para limpiar el suelo, por lo inútil y también en algunos casos porque el palo podría rayar el material del suelo. Asimismo, nadie expondría una escoba al fuego si desea que esta continúe siendo útil para limpiar el suelo.
Al usar una lámpara es sabido que esta requiere un suministro de energía ya sea a través de un cable enchufado a la pared o baterías y un foco de luz del tipo específico para el que esta lámpara en particular haya sido construida. Sabemos que encender la luz de día gasta energía innecesaria y también que la lámpara no debería ser expuesta al agua si el deseo es que esta continúe cumpliendo su función como tal.
Un libro de lectura no es usado como anotador ya que es ineficiente para ello debido al poco espacio disponible para escribir, a menos que no importe que lo escrito sea ilegible al mezclarse con las letras ya impresas, para anotar buscamos hojas con espacio disponible suficiente en que nuestra escritura pueda tener un lugar propio y ser legible inmediatamente después de haberse escrito.
No usamos un espejo de martillo ni un martillo para darle de comer a un bebé.
Reconocemos en cada herramienta cotidiana su estructura y la función para la cual fue construida de esa manera, y por lo tanto también el uso que debemos darle para conseguir de este objeto la función deseada sin dañarlo.
Si observamos el cuerpo como una herramienta del ser para llevar a cabo distintas funciones hacia la satisfacción de necesidades diversas propias y de la comunidad en la que vive, nos damos cuenta de que no nos resulta tan fácil entender el modo en que las partes y la totalidad de nuestro cuerpo necesitan ser usados sin que se dañe su integración y de una manera eficiente para cumplir la función deseada.
La diferencia entre una herramienta construida por el hombre y nuestro cuerpo, es que el cuerpo y quien lo usa son parte de una totalidad indivisible, y de la misma manera que no podemos mirarnos a nuestros propios ojos ni tocar la palma derecha de nuestras manos con nuestra mano derecha, nos resulta muy complicado entender cómo funciona una herramienta que percibimos desde adentro.
Esto no es así porque la naturaleza no nos haya dotado de esa capacidad, sino porque a través del proceso de civilización nuestra consciencia y atención fueron priorizando la reacción rápida a múltiples y cada vez mayor cantidad de estímulos en menores lapsos de tiempo, distrayéndonos de los procesos internos que suceden simultáneamente durante esa interacción con el entorno y de esta manera imposibilitando una regulación interna y consciente de nuestro modo mas eficiente para responder a esos estímulos. Esto propició el desarrollo de epidemias posturales ineficientes y tensiones exageradas e innecesarias.
Volviendo al ejemplo de las herramientas y ya habiendo marcado la diferencia entre las herramientas creadas por el hombre y nuestros cuerpos habitados por un ser complejo, podemos usar la lógica de las primeras para entender por qué no tiene ningún sentido el uso que actualmente la mayor parte de las personas occidentales hacemos de nuestros propios cuerpos.
Si entendemos que un objeto es mas liviano al traerlo cerca de nuestro torso, podemos decidir al levantar cualquier objeto, que flexionaremos nuestros codos acercándolo a nuestro torso en lugar de mantener nuestros brazos estirados para transportarlo. Si sabemos que contamos con una articulación en las caderas para poder sentarnos, entendemos que no será necesario flexionar la columna vertebral con este fin. Si entendemos que mirar hacia donde vamos es mas eficiente, no caminaremos hacia atrás para llegar a destino. Estos últimos son ejemplos básicos de ventaja mecánica, muy evidentes al observar a otra persona llevarlos a cabo. Sin embargo para poder percibir qué articulación estamos usando o adonde se encuentra cada parte de nuestro cuerpo en relación con las otras durante una acción determinada, necesitamos contar con una apreciación sensorial confiable. Nuestra apreciación sensorial sobre nuestra posición corporal en el espacio, necesaria para saber de qué manera estamos llevando a cabo una acción, se basa en la percepción de peso, distancia, estructura, tonicidad, presión, temperatura, entre muchas otras pautas.
La pregunta que necesitamos hacernos es: podemos confiar en nuestra apreciación sensorial?,
Por que no?
Nuestras funciones sensoriales ocurren dentro del mismo sistema que estamos analizando y forman parte integral del desarrollo de nuestra postura. Cualquier estructura viva utilizada de manera desequilibrada durante una cantidad de tiempo determinado, tenderá a auto equilibrarse a través de la compensación desde cualquier sistema disponible para ello, con el objetivo de cumplir las funciones mas urgentes desatendidas por el mal hábito.
Por lo tanto cuando existe un desequilibrio en nuestra postura por ejemplo por un problema estructural (lesión, asimetría natural o malos hábitos cotidianos), podemos estar seguros de que nuestros órganos sensoriales, como parte de todo nuestro sistema, han estado compensando ese desequilibrio a través de una apreciación modificada y falsa de nuestra posición y ubicación en el espacio reales, afectando su función para ofrecernos información confiable al respecto.
Esto quiere decir que si buscamos entender qué es lo que estamos haciendo mal con nuestro cuerpo que pueda estar generando dolor físico o incomodidad postural o incluso daños orgánicos y problemas respiratorios, no podemos contar con nuestros propios sentidos para responder a esta pregunta.
Por esto F.M. Alexander desarrolló un método de re- educación en que el profesor cumple entre otras funciones con la de ofrecer un feedback externo al alumno sobre su posición en el espacio, y acompañarlo en la comprensión del mapa corporal que actualmente lo está llevando a un mal e ineficiente uso de si mismo.
La comprensión del triángulo que ilustra este artículo es esencial para entender por qué razón un mal uso de nuestra estructura afectará su función de manera negativa lo que conllevará también un efecto negativo en el uso que hacemos de nuestra estructura.
Tres elementos que no pueden existir uno sin el otro, y cuyo estado afecta de manera directa el estado de los otros dos.
Ese es el triángulo cuyo equilibro debemos cuidar de manera integral si buscamos desarrollar un uso eficiente y placentero de nosotros mismos, tanto en cuanto a nuestra postura como en cuanto a nuestros procesos de pensamiento y actividades sociales, productivas y afectivas. Lo llamo el triángulo infinito porque una vez comprendido nos ofreces infinitas oportunidades de solucionar problemas que no tendrán respuestas en la medicina ni en ninguna terapia en la que la reeducación de nuestro uso cotidiano no sea incluida.
Solo observando la totalidad del sistema es que podremos afectar cambios en estructuras y funciones específicas, ya que cualquier dolor o daño visible, no es mas que un reflejo del uso general de todo nuestra sistema. Por esta razón, tratar la dolencia específica de forma directa, solo nos ofrecerá un alivio temporal sin solucionar la causa de base.
Comprender este triángulo es la clave para desarrollar un equilibrio postural sustentable a largo plazo, sin caer en soluciones rápidas que solo reproducirán y reforzarán los malos hábitos que estamos intentando eliminar.
VP2015-04-03
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