Valeria Primost
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Abordar la materia incluyendo el proceso de pensamiento que esta habilita, con todo lo tangible y lo intangible que se hace presente en el proceso, es una práctica ancestral.
Distintas culturas y eras se conjugan en cada célula de comprensión de lo que somos. Se cruzan, se contradicen, se confunden, como láminas de presencia superpuestas en el espacio y en el tiempo infinito del presente. Todo lo que fuimos y todo lo que somos culmina en esta danza. La marcialidad de la danza aparece en la exploración rigurosa que expande mundos, sin esa rigurosidad daría lo mismo estar en cualquier otro lado, pero elegimos un lugar, un modo, un foco de atención precisos. Es el marco el que nos pone en relación y determina cuan basto será el mundo que se abra a nosotrxs al bailar.
El movimiento se establece sobre la base de unos principios primordiales que determinan los procesos de comunicación interna como base de nuestro vínculo con el mundo. Desde el movimiento espiral del todo y de las partes, la columna como transmisora de la fuerza y el sostén, la función de resorte de las curvas y espirales, la respiración como organizadora del flujo energético y como nutricia del sostén general, la relación ojos-cabeza-cuello-espalda como guía y control primario de la actividad del todo, la reeducación del registro sensorial, la habilitación del proceso reflejo al inhibir interferencias, la gestión del peso y la relación entre la entrega y la expansión, todas hablan de nuestra relación con el entorno y encarnan un lenguaje que es propio de cada cuerpo a la vez que herencia ancestral.
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Nutriremos nuestra exploración y entrenamiento de las bastas herramientas forjadas a través de la tradición marcial del Kung Fu Interno y la integración somática de la Técnica Alexander hacia diversos abordajes que se adaptan al contexto.