Todo el recorrido fué muy fácil y muy cómodo, lleno de pasarelas y hasta música funcional. Pero este tramo era una vertical casi absoluta de aproximadamente 200 metros. Para subirla contábamos con unas cadenas aferradas en los dos lados, y algunos espacios entre las piedras para poner los piés, muy irregulares y a veces muy distantes. El agarre de las manos y la resistencia de los brazos eran imprescindibles. Ese día me di cuenta de lo poco que cuento con mis manos y brazos, por la inseguridad que me causaba la situación. Pero para mi sorpresa me encontré con una fortaleza desconocida. Mi mente me decía que no, pero en los hechos mis brazos podían sostenerme. Entonces todo el recorrido tuve que decirle que no a mi cabeza, y calmar mi respiración comprendiendo que podía sostenerme con mis brazos, y que si me enfocaba en cada paso llegaría bien. Pero el miedo a que mis brazos se cansaran me aceleraba la respiración y eso me hacia querer saber cómo daría el siguiente paso después del siguiente paso... siempre adelantándome con la mente. En esos momentos no podía ver lo que tenía enfrente, avistar el espacio entre las rocas y coordinar el cambio de las manos en las cadenas para poder avanzar. Entendí que solo manteniéndome en el aquí y ahora podría llegar hasta la cima. Fué un excelente ejercicio en que comprobé una vez mas, que a veces hay que decir que no a nuestra mente y dejar que nuestro cuerpo encuentre el camino. A cada paso lograba calmar mi miedo y con ello mi respiración y así podía descansar en una coordinación integrada de todo mi ser que sabía ( incomprensiblemente para mi mente ) exactamente como hacer aquello que estaba haciendo: subir a la cima. La sonrisa que ven en esa foto es de alucinación y agradecimiento. Una sonrisa que comienza en mis intestinos, de esas que se quedan con una para siempre para poder continuar dándole sonrisas al mundo. Mi regalo para ustedes en este día. VP 24-10-2017
Imagen tomada en QiXian Shan, Hainan, China. 27 de Mayo de 2017
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