Hubo que crecer aguerrida, detallista e impertinente, fué necesario armarse de una coraza aunque nunca haya sido suficiente para detener el dolor y el llanto. Crecer con el oído afinado para escuchar cada filtración de misoginia incluso la mas sutil, en casa, en la escuela, en el trabajo, en el colectivo, en la calle, en los campamentos, en los gimnasios, y hasta en las clases de danza. Desde la escuela primaria tuve mis patadas preparadas para los culos de los imbéciles, en defensa mía y de cualquier compañera, (aunque ellas también me atacaran por no ser cristiana, besar a algún chico y otras obsenidades)... y lamentablemente sigue siendo necesario, porque 39 años luego de otros 100 aún no fueron suficientes para que las mujeres tengamos un lugar no igual, porque siempre seremos diferentes, sino equitativo en nuestra sociedad, en nuestras casas. El precio de una vida dedicada a encontrar esa fortaleza frente a un mundo que invariable y constantemente nos vulnera, muchas veces es la soledad. No es gratuito estar constantemente escuchando entre lineas, vigilante del acostumbramiento, de las asunciones, de los lugares comunes en donde volvemos a caer día a día, cuando hay cosas mas urgentes de que ocuparse. No es gratuito registrar el acontecimiento, el instante en que otra vez se nos marca la falta, que siempre es nuestra falta... Pero una vez registrado es imposible dejarlo pasar, incluso cuando eso signifique la ruptura de nuestro mundo mas amado, es una pulsión que nos excede como individuos, a esta altura se acumulan en cada una de nosotras el ímpetu de cada mujer que no pudo vivir plenamente, de cada mujer que fué forzada, esclavizada, ultrajada, asesinada, y de cada una que es mucho mas sutilmente sumida en el servicio cotidiano de los otros. Queda mucho trabajo por hacer si lo que buscamos es el equilibrio, pero cada tramo del camino es necesario.
Entrenando en Wudang Principles China, Hainan 2017
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